Los años verdes

“– No quiero ir a ningún lado.”

Desde una Lisboa marginal se observa a lo lejos la comodidad, la dignidad y el privilegio de la gran ciudad, como un espectáculo distante, como un paisaje inalcanzable que solo se visita ajena y esporádicamente. Júlio, el sobrino aprendiz de zapatero, se enamora de Ilda, una criada joven y afable quien trabaja para una familia adinerada. Júlio ha llegado recientemente a la casa de su tío Afonso quien lo recibe con hospitalidad. En la ópera prima de Paulo Rocha (1963) se desarrolla una posible historia de amor entre dos jóvenes para quienes las frustraciones de un futuro incierto se distraen en fugaces esperanzas de otros porvenires posibles. Lisboa se retrata como una ciudad que recibe en sus márgenes a migrantes de las provincias, una clase trabajadora dedicada a los oficios artesanales, manuales y del hogar que sostienen y ornamentan la capital. Rocha se aproxima a lo privado y lo íntimo, al ser intruso y observar; en ambientes por momentos hostiles que arrebatan la tranquilidad, que llevan al límite y dejan entrever rasgos de violencia, caos y destrucción. Ámbitos que se tornan adversos y que transforman las relaciones filiales, amorosas y de comunidad. En el realismo, la poética de la imagen y la belleza espontánea presentes en Os verdes anos, es inevitable evocar a la Nouvelle Vague y el Neorrealismo italiano.