Flores de la llanura

Cuerpos que conectan entre sí a través del tejido, el algodón acerca los ombligos. Los hilos comunican, amarran, sostienen y señalan. En la comunidad de Suljaa, en el municipio de Ñomndaa, un grupo de mujeres despide a Silvia, una integrante que ya no está. Le escriben una carta triste, valiente y luminosa. La palabra como tejido alerta a la comunidad sobre una enfermedad social que aún hoy perturba las vidas de miles de niñas y mujeres. Cuando un telar cumple con su ciclo vital, su energía transmuta e impregna las piezas de algodón. Al hervir las flores, sus pétalos devienen pigmentos que dotan de nueva vida y color a los tejidos. Por el contrario, cuando los dedos de una mujer dejan de poder tejer como consecuencia de un acto violento, sus sueños desaparecen. La necrosis inunda el cordón umbilical y se abre una gran herida en el cuerpo social. La necesidad de un ritual de despedida se manifiesta frente a la cámara, en medio de los vapores, las danzas; las cicatrices, las palabras y los hilos que inundan la imagen.