Limbo plantea lo que sería una conversación entre las imágenes del pasado y los ojos del presente sobre la tradición costurera de un pueblo casi olvidado por el tiempo, un pueblo reacio a abandonar sus costumbres. Se trata del Pueblo textil de la comunidad de Ariguanabo, en medio del territorio cubano. Aquí el espacio es quien toma la palabra de la memoria, sus habitantes abandonan el cuadro momentáneamente, permitiendo a sus balcones, ventanas y escaparates, respirar. Y es cuando entonces las paredes transforman en susurros todos los años de historia que quedaron grabados sobre concreto. Estas paredes han dejado de soñar, porque soñar significa indagar sobre un futuro incierto que apenas reconocen, solo les queda la memoria. En un mundo tan moderno, la lucha de la tradición por permanecer es tan vagamente percibida como la voz de una pared, o mejor dicho, sus susurros. En Limbo, estos susurros se escuchan tan claros como gritos que rememoran identidad.

Por Gabriela Morales