El litoral del Río São Francisco está dividido en dos: primero están sus orillas, hogar de las tumbas de quienes se enfrentan a sus aguas vertiginosas; y luego está el caudal del masivo río, hogar de las especies que se mezclan con el hombre. Es un contraste de frontera casi invisible en dónde difícil es determinar dónde termina la vida, y dónde empieza la muerte. Las voces de los testigos describen al río como un monstruo que se lleva a sus seres queridos, no hay día en el que tenga piedad. Para llegar a Bom Jesus da Lapa, ciudad sobre el litoral de São Francisco en la que se reza a sus muertos, el propio río es el camino que Nir debe enfrentar. Curiosamente, lo que vemos son aguas en calma que rebosan de vida, y nunca llegamos a conocer al monstruo despiadado del que todos advierten a Nir. Sede de Río nos demuestra que quien reta la naturaleza del monstruo es quien lo conoce como tal, y no como el animal taimado que es: sereno y con aguas tan tranquilas que funcionan como espejo para el hombre que se pose sobre ellas.
Por Gabriela Morales