En el poster que vemos en una pared, se lee: “A alegria é a coisa mais séria da vida”. En esta película, la vida de Margarida Tengarrinha en el Portugal de los 50s y 60s se desarrolla en una escenografía deliberadamente anacrónica, contemporánea. La artista y militante del partido comunista narra su vida clandestina trabajando desde casa por la transformación política en su país. Se exploran ciertas contradicciones: lo oficial y lo falso, el esteticismo y la austeridad, la infancia y la adultez, la cooperación y el aislamiento, el presente y el pasado. Estos elementos se entremezclan haciéndose imposible discriminarlos de sus opuestos. Pero la aporía que más se desarrolla es la simultaneidad de la seriedad y la alegría; vidas humanas dependen de unas responsabilidades que serían insoportables si no se practicaran, hasta donde resulta posible, como tinturadas por la diversión de un juego de espías. En los momentos más pueriles, nos vemos retados a reconocer su seriedad; en los más dramáticos, su dimensión lúdica. Así, los adultos con coloridas máscaras decoradas nos llevan a presenciar luchas políticas pasadas como experiencias que comparten algo con la alegría de los juegos infantiles: su urgencia por ser recuperadas para nuestra vida hoy.
Por Camilo Falla