Durante la pandemia de Covid-19, obligada a salir de Alemania para tramitar una visa de trabajo en ese país, Ana viaja junto a Guido a uno de los pocos lugares en los que puede realizar dicho trámite: la república de Chipre. A partir de dicha situación, los dos argentinos componen un diario de viaje con una mirada a la vez modesta e impertinente. El retrato que hacen de la misteriosa isla tiene como elementos nucleares la extrañeza del foráneo en un espacio desconocido, casi incomprensible, y la idea de un territorio en tensión y conflicto, partido y dividido en dos. Destellos de antigüedad griega, militarismo moderno y religiosidad contemporánea se presentan sin la intención de informarnos o explicarnos, pues por imposible sería absurdo, la complejidad de esta isla. En cambio, la película recrea dos sensaciones paralelas: la emoción de la extrañeza y la frustración ante la inaccesibilidad. Este curioso diario de viaje, al revelar en cada momento las limitaciones de su punto de vista, pone en cuestión el valor de la imagen en un contexto donde la tensión sociopolítica se manifiesta, entre otras, bajo la forma de la censura.
Por Camilo Falla