Con una sensibilidad envidiable Luciana Decker entreteje imágenes que deambulan con potencia entre la naturaleza y la tradición, el trabajo cotidiano y el diario vivir de los animales. Un espacio idílico en el que las manos labran la tierra y manipulan con sabiduría los alimentos, amparado por el cantar de las aves y el constante mugido de bovinos. Sin embargo, tiempos antiguos se harán presentes recordándonos el misterio de un pasado desconocido, en el que los vestigios de las civilizaciones hablan a través de piezas arqueológicas que revelan figuras bestiales y líneas abstractas. Así, el respeto por aquello que nos excede será el detonante de la narración afable de Hilaria Huaycho, la nana de la directora, a quien escuchamos contándole a Lucianita recuerdos familiares ligados al terruño, historias que pasan de boca en boca, palabras que liberan respuestas de cariño a la distancia. Un cortometraje hipnótico en donde los tiempos se confunden y se conectan entre aquello que vemos y aquello que escuchamos, mientras la directora manipula las imágenes para construir un viaje sensorial animado con una banda de músicos que tocan moseñada.

Por Juan Pablo Franky.