Director que abraza el azar, las derivas y los encuentros fortuitos, Oskar Alegría se alinea con una tradición documental atenta a los breves momentos de belleza. Un cine que se preocupa por una ética del mirar, una voluntad de preservar lo frágil y dar sentido a lo efímero. Una palabra encontrada, un sonido repetido o un objeto cargado de historia, le son suficientes para hacer que el espectador entre en comunión con su voz íntima y singular. Sus tres largometrajes hacen del viaje un ejercicio de atención y apertura, en donde cada detalle, cada desvío, se transforma en una revelación poética que nos invita, no solo a mirar, sino a perdernos, dejarnos llevar por la incertidumbre y reencontrar en cada desvío una forma nueva de habitar el mundo.